El Príncipe y el mendigo : 32
El Príncipe y el mendigoCapítulo XXXIIEl Día de la Coronación de Mark Twain Retrocedamos unas cuantas horas y situémonos en la Abadía de Westminster, a las cuatro de la mañana de este memorable Día de la Coronación. No estamos sin compañía, porque aunque aún es de noche, encontramos las galerías, iluminadas con antorchas, llenas ya de gentes dispuestas a permanecer esperando siete u ocho horas hasta que llegue para ellas el momento de ver lo que no esperan ver dos veces en sus vidas: la coronación de un rey. Sí. Londres y Westminster han estado activos desde que retumbaron los cañonazos de aviso a las tres de la mañana, y ya multitud de ricos sin título, que han comprado el privilegio de buscar sitio para sentarse en las galerías, se agolpa en las entradas reservadas a su clase. Las horas pasan lentas, tediosamente. Toda agitación ha cesado por un rato porque hace mucho que las galerías están ya atestadas. Ahora podemos sentarnos, y mirar y pensar a nuestro...
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